miércoles, 26 de febrero de 2014
lunes, 24 de febrero de 2014
sábado, 22 de febrero de 2014
martes, 18 de febrero de 2014
sábado, 15 de febrero de 2014
viernes, 14 de febrero de 2014
Domingo
16 febrero 2014, VI Domingo del Tiempo Ordinario (año A).
6º domingo, A.
Ante nosotros tenemos el bien y el mal, y Jesús nos enseña a
escoger lo bueno, no por cumplir, sino por amor
Domingo
16 febrero 2014, VI Domingo del Tiempo Ordinario (año A).
6º domingo, A.
Ante nosotros tenemos el bien y el mal, y Jesús nos enseña a
escoger lo bueno, no por cumplir, sino por amor
Pero quien los cumpla y
enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois
mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Habéis
oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero
yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.
Habéis
oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a
una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Sabéis
que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al
Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto. A vosotros os basta decir sí
o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mateo 5,17-37).
1. Jesús, nos dices sobre la ley o los profetas: “no
he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo
y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley”. Llevas al cumplimiento la Ley de la Antigua
Alianza. No nos quieres esclavos de la letra, sino que miras las intenciones
del corazón. Las angustias y el miedo pueden venir de no saber superar el
legalismo y en cambio la paz viene
de ser radicalmente cristianos, y
vivir lo que rezamos: “Tú, en la
etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en
medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte, y has derramado
el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene
como meta, tu reino, como estado, la libertad de tus hijos, como ley, el
precepto del amor” (Prefacio
común VII).
“El que
se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los
hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quien los
cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no
sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los
Cielos”. Como
continuación de los dos domingos anteriores (donde Jesús nos habla de los
bienaventurados, de ser sal de la tierra y luz del mundo) hoy nos habla de la
Ley y los Profetas en relación con la ley del amor. Imagino el cielo como una
cascada de gloria, de amor, que cada uno cabe según sus capacidades, según el
que quepa en su corazón. Por eso los que aman poco pueden recibir poco, porque
todos recibirán una gracia plena… según su capacidad.
“Habéis
oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero
yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado”. Pone unas antítesis, y concluye: “se os ha dicho… yo os digo”. Es
el eco de aquella voz del Sinaí, cuando dijo Yavhé: “yo soy el que soy” pero
también dice la forma verbal que está en presente y futuro: “el que vendré”. Y
el “yo” de Jesús es aquel que se anunciaba, del Emanuel, “Dios con nosotros”.
“Y si
uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si
lo llama «renegado», merece la condena del fuego”. No se mata sólo con las armas, también con las peleas, con los
insultos, con los pleitos injustos. Hay palabras y actuaciones que matan. La
reconciliación debe ser algo previo a todo tipo de cumplimiento religioso: “por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre
el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja
allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y
entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. Esto no quiere decir que tengamos que salir de la fila de comunión
hasta hacer las paces, pero sí que en el corazón le pidamos ya a Jesús que nos
dé su gracia para hacer las paces en la primera ocasión. “Con el que te pone pleito procura arreglarte en
seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el
juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí
hasta que hayas pagado el último cuarto”.
“Habéis
oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a
una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. Tener un corazón limpio y desinteresado es la meta que nos propone
el Señor. Corazón, que mira bien, pero sin traumas debido a miopes
interpretaciones.
“Si tu
ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que
ser echado entero en el Abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y
tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al Abismo”. No habla Jesús de mutilarnos, sino de crecer a un nivel superior
de amor, que lleva a pensar en los demás.
“Está
mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.» Pues yo
os digo: el que se divorcie de su mujer -excepto en caso de prostitución- la
induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Lógicamente no iba Jesús contra la carta de repudio como forma de
dejar libre a la mujer (con dignidad y aceptación social, superando la
tradición de que una mujer abandonada no era nadie), sino que llevas a plenitud
el respeto y reconocimiento de la mujer.
“Sabéis
que se mandó a los antiguos: «no jurarás en falso» y «cumplirás tus votos al
Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el
trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén,
que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver
blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de
ahí viene del Maligno”. Qué
bonita, la confianza en la palabra.
Jesús
conoce como Dios el sentido de los mandamientos, y el modo de cumplirlos de
modo amoroso, haciendo la voluntad divina. Así no será nunca un manda-miento
(hacer algo con mentira, en contra de lo que queremos) sino el mejor modo de
realización personal; y no será nunca cumpli-miento (cumplir mintiendo) sino
expresión de nuestra verdad más íntima.
El
sentido de las antítesis tiene ante todo este significado: "Dios ha dicho
por medio de Moisés..., pero por medio de mí dice...". Con esto se señala
expresamente el lugar que ocupa Jesús en relación a la Palabra de Dios; y en
lugar de los "antiguos", que no son los intérpretes farisaicos, sino
aquel anuncio divino en el desierto.
2. “Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es
prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a
lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él
escoja”. Ante nosotros está
escoger libremente (aunque al mismo tiempo hacemos el mal por ignorancia, y
corresponde a Dios juzgar el grado de malicia en todo esto). Lo que está claro
es que escoger el bien nos hace buenos, y así nos realizamos. E. Fromm nos
recuerda que el hombre es el único ser de la creación que puede decir
"si" al bien, a la vida y, en consecuencia, llevar una auténtica
existencia humana: pero es también el único ser que puede decir "no"
al bien y degradarse como los animales salvajes. A través de su libertad el
hombre puede realizarse o degradarse. A veces podrá escoger entre dos bienes,
pero otras veces deberá elegir entre el bien, que es vida, y el mal que es
muerte. Y esta libertad no está exenta de responsabilidad.
El
salmo nos presenta la ley como camino de la vida: “Dichoso el que con vida intachable camina en la
voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos lo busca de
todo corazón”. San Agustín sitúa
aquí el cumplimiento de ese deseo de felicidad que todos llevamos dentro: caminar en la voluntad del Señor.
“Tú
promulgas tus decretos para que se observen exactamente; ¡ojalá esté firme mi
camino para cumplir tus consignas! Haz bien a tu siervo: viviré y
cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu
voluntad”. Es
una respuesta íntima, donde nuestra soledad se siente acompañada por Dios.
Quizá a veces podemos sentir, con San Ambrosio: «Nunca estoy tan acompañado
como cuando estoy solo»" (Directorio
vida sacerdotes). En realidad, el
salmista muestra la vida de Jesús, que de modo auténtico cumple la voluntad del
Padre; con él podemos decir: “Muéstrame,
Señor, el camino de tus leyes y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu
voluntad y a guardarla de todo corazón”.
Quizá a
veces no vemos la ley como algo interno, como amor, energia esencial, Ley
esencial. Teilhard de Chardin afirma: "El Amor es la más universal, la más
formidable y la más misteriosa de todas las energías cósmicas... Cuanto más
escudriño la pregunta fundamental sobre el porvenir de la tierra, más me doy
cuenta que el principio generador de su unificación no hay que buscarlo
solamente en la contemplación de una sola verdad, ni en el solo deseo provocado
por una cosa, sino en la atracción común ejercida por un Alguien... ¡Amaos los
unos a los otros! Esta palabra, pronunciada hace ya dos mil años, se descubre
como la Ley estructural y esencial de lo que llamamos "progreso" y
"evolución". Esta Ley del Amor entra en el dominio científico de las
energías cósmicas y de las leyes necesarias".
3. «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede
pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Los gnósticos se envanecían en una sabiduría de
"perfectos". La verdadera sabiduría no es de este mundo y Dios la
concede a los que, purificados en el bautismo e iluminados por el Espíritu
Santo, participan de la vida divina. Ciertas religiones son el intento humano
de alcanzar a Dios donde él está, pero la fe cristiana es la respuesta del
hombre que Dios provoca con su don viniendo él mismo donde nosotros estamos.
Toda mística que pretenda sacar al hombre del mundo donde el Hijo de Dios se ha
hecho carne, no es una mística cristiana. “Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; y el Espíritu todo lo
penetra, hasta la profundidad de Dios”, concluye el Apóstol.
Llucià
Pou Sabaté
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Pero quien los cumpla y
enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois
mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Habéis
oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero
yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.
Habéis
oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a
una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Sabéis
que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al
Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto. A vosotros os basta decir sí
o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mateo 5,17-37).
1. Jesús, nos dices sobre la ley o los profetas: “no
he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo
y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley”. Llevas al cumplimiento la Ley de la Antigua
Alianza. No nos quieres esclavos de la letra, sino que miras las intenciones
del corazón. Las angustias y el miedo pueden venir de no saber superar el
legalismo y en cambio la paz viene
de ser radicalmente cristianos, y
vivir lo que rezamos: “Tú, en la
etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en
medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte, y has derramado
el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene
como meta, tu reino, como estado, la libertad de tus hijos, como ley, el
precepto del amor” (Prefacio
común VII).
“El que
se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los
hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quien los
cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no
sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los
Cielos”. Como
continuación de los dos domingos anteriores (donde Jesús nos habla de los
bienaventurados, de ser sal de la tierra y luz del mundo) hoy nos habla de la
Ley y los Profetas en relación con la ley del amor. Imagino el cielo como una
cascada de gloria, de amor, que cada uno cabe según sus capacidades, según el
que quepa en su corazón. Por eso los que aman poco pueden recibir poco, porque
todos recibirán una gracia plena… según su capacidad.
“Habéis
oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero
yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado”. Pone unas antítesis, y concluye: “se os ha dicho… yo os digo”. Es
el eco de aquella voz del Sinaí, cuando dijo Yavhé: “yo soy el que soy” pero
también dice la forma verbal que está en presente y futuro: “el que vendré”. Y
el “yo” de Jesús es aquel que se anunciaba, del Emanuel, “Dios con nosotros”.
“Y si
uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si
lo llama «renegado», merece la condena del fuego”. No se mata sólo con las armas, también con las peleas, con los
insultos, con los pleitos injustos. Hay palabras y actuaciones que matan. La
reconciliación debe ser algo previo a todo tipo de cumplimiento religioso: “por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre
el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja
allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y
entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. Esto no quiere decir que tengamos que salir de la fila de comunión
hasta hacer las paces, pero sí que en el corazón le pidamos ya a Jesús que nos
dé su gracia para hacer las paces en la primera ocasión. “Con el que te pone pleito procura arreglarte en
seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el
juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí
hasta que hayas pagado el último cuarto”.
“Habéis
oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a
una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. Tener un corazón limpio y desinteresado es la meta que nos propone
el Señor. Corazón, que mira bien, pero sin traumas debido a miopes
interpretaciones.
“Si tu
ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que
ser echado entero en el Abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y
tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al Abismo”. No habla Jesús de mutilarnos, sino de crecer a un nivel superior
de amor, que lleva a pensar en los demás.
“Está
mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.» Pues yo
os digo: el que se divorcie de su mujer -excepto en caso de prostitución- la
induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Lógicamente no iba Jesús contra la carta de repudio como forma de
dejar libre a la mujer (con dignidad y aceptación social, superando la
tradición de que una mujer abandonada no era nadie), sino que llevas a plenitud
el respeto y reconocimiento de la mujer.
“Sabéis
que se mandó a los antiguos: «no jurarás en falso» y «cumplirás tus votos al
Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el
trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén,
que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver
blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de
ahí viene del Maligno”. Qué
bonita, la confianza en la palabra.
Jesús
conoce como Dios el sentido de los mandamientos, y el modo de cumplirlos de
modo amoroso, haciendo la voluntad divina. Así no será nunca un manda-miento
(hacer algo con mentira, en contra de lo que queremos) sino el mejor modo de
realización personal; y no será nunca cumpli-miento (cumplir mintiendo) sino
expresión de nuestra verdad más íntima.
El
sentido de las antítesis tiene ante todo este significado: "Dios ha dicho
por medio de Moisés..., pero por medio de mí dice...". Con esto se señala
expresamente el lugar que ocupa Jesús en relación a la Palabra de Dios; y en
lugar de los "antiguos", que no son los intérpretes farisaicos, sino
aquel anuncio divino en el desierto.
2. “Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es
prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a
lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él
escoja”. Ante nosotros está
escoger libremente (aunque al mismo tiempo hacemos el mal por ignorancia, y
corresponde a Dios juzgar el grado de malicia en todo esto). Lo que está claro
es que escoger el bien nos hace buenos, y así nos realizamos. E. Fromm nos
recuerda que el hombre es el único ser de la creación que puede decir
"si" al bien, a la vida y, en consecuencia, llevar una auténtica
existencia humana: pero es también el único ser que puede decir "no"
al bien y degradarse como los animales salvajes. A través de su libertad el
hombre puede realizarse o degradarse. A veces podrá escoger entre dos bienes,
pero otras veces deberá elegir entre el bien, que es vida, y el mal que es
muerte. Y esta libertad no está exenta de responsabilidad.
El
salmo nos presenta la ley como camino de la vida: “Dichoso el que con vida intachable camina en la
voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos lo busca de
todo corazón”. San Agustín sitúa
aquí el cumplimiento de ese deseo de felicidad que todos llevamos dentro: caminar en la voluntad del Señor.
“Tú
promulgas tus decretos para que se observen exactamente; ¡ojalá esté firme mi
camino para cumplir tus consignas! Haz bien a tu siervo: viviré y
cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu
voluntad”. Es
una respuesta íntima, donde nuestra soledad se siente acompañada por Dios.
Quizá a veces podemos sentir, con San Ambrosio: «Nunca estoy tan acompañado
como cuando estoy solo»" (Directorio
vida sacerdotes). En realidad, el
salmista muestra la vida de Jesús, que de modo auténtico cumple la voluntad del
Padre; con él podemos decir: “Muéstrame,
Señor, el camino de tus leyes y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu
voluntad y a guardarla de todo corazón”.
Quizá a
veces no vemos la ley como algo interno, como amor, energia esencial, Ley
esencial. Teilhard de Chardin afirma: "El Amor es la más universal, la más
formidable y la más misteriosa de todas las energías cósmicas... Cuanto más
escudriño la pregunta fundamental sobre el porvenir de la tierra, más me doy
cuenta que el principio generador de su unificación no hay que buscarlo
solamente en la contemplación de una sola verdad, ni en el solo deseo provocado
por una cosa, sino en la atracción común ejercida por un Alguien... ¡Amaos los
unos a los otros! Esta palabra, pronunciada hace ya dos mil años, se descubre
como la Ley estructural y esencial de lo que llamamos "progreso" y
"evolución". Esta Ley del Amor entra en el dominio científico de las
energías cósmicas y de las leyes necesarias".
3. «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede
pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Los gnósticos se envanecían en una sabiduría de
"perfectos". La verdadera sabiduría no es de este mundo y Dios la
concede a los que, purificados en el bautismo e iluminados por el Espíritu
Santo, participan de la vida divina. Ciertas religiones son el intento humano
de alcanzar a Dios donde él está, pero la fe cristiana es la respuesta del
hombre que Dios provoca con su don viniendo él mismo donde nosotros estamos.
Toda mística que pretenda sacar al hombre del mundo donde el Hijo de Dios se ha
hecho carne, no es una mística cristiana. “Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; y el Espíritu todo lo
penetra, hasta la profundidad de Dios”, concluye el Apóstol.
Llucià
Pou Sabaté
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